Desde el inicio esta gran aventura ha sido muy exigente poniendo a prueba tanto la parte física como mental. Ha habido días durísimosdonde me daban ganas de mandarlo todo a la mierda. Era agotador tratar de resolver problemas todos los días: problemas mecánicos, con el carrito de Dylan, falta de agua, encontrar un sitio donde dormir (la acampada libre no es cosa sencilla, siempre hay que encontrar un sitio que ofrezca las condiciones). A lo largo del camino he vivido momentos especiales. Encontrarme solo con mi perro en medio de la nada, solo, rodeado de naturaleza y un sentimiento de reconectar con el medio, de sentirme parte y no un extraño, convivir con diversas criaturas. Debo decir que también encontré personas que me ayudaron sin pedir nada a cambio. Personas que ofrecieron su ayuda a un completo desconocido.

A mi llegada a Tudela, una pequeña ciudad de interior que encontré entre Zaragoza y Pamplona, estaba cansado, con hambre y mucho calor. Dylan ya no podía más, se quedaba dormido de pie del cansancio. Hicimos una pequeña parada, para poder comprar algo de comida y refrescarnos un poco. Entré a un bar a pedir algo de comida. Con un bocadillo me bastaba. Comencé a hablar con la chica que me atendió. Su nombre es Ainoa, nuestro primer ángel. Por algún motivo se conmovió. No sé si por las anécdotas, la dureza del recorrido o al ver a Dylan exhausto. El perro apenas conseguía mantenerse despierto. Vi como brotaban lágrimas de los ojos de Ainoa. A mí se me hizo un nudo en la garganta. Me preguntó sin más que donde me iba a quedar, que si tenía sitio para dormir. Yo le contesté que iría al pueblo siguiente a ver si encontraba algún lugar para dormir. En este momento fue cuando me ofreció las llaves de su casa, con toda la confianza y la bondad que se pueda tener. Un gesto así, a mi juicio, es difícil de encontrar, no podía creer lo que me estaba pasando, habían pasado varios días sin ducha caliente, con la ropa sucia, Dylan cansadísimo…

Esa noche dormimos muy bien y con una sensación especial por aquel gesto desinteresado. Al día siguiente dejé las llaves en el local donde trabajaba. Ella no estaba. Tenía ganas de decirles tantas cosas… solo deje una nota dándole las gracias por todo lo que había hecho por nosotros.

Otro de nuestro ángeles salvadores fue Mikel, un vasco de gran corazón. Estaba próximo a San Sebastián, a unos 10 kilometro. Era de noche, era tarde y me senté en un banco para valorar que hacer. Acampar en una gran ciudad es muy complicado, así que pensé quedarme donde estaba. Tenía pensado montar la tienda en un descampado, bajo unos arboles. Mientras pensaba se acercó Mikel que me preguntó un par de cosas. Me dijo si tenia dónde dormir. Le comenté que estaba esperando a ver si podía acampar por la zona. Al instante me dijo que me fuera a su casa. Me invitó a comer y fuimos a recorrer un poco el pueblo. Hablamos del recorrido, de lo que habíamos vivido hasta el momento. Resulta que Mikel es un gran fotógrafo. Trabajó muchos años en Barcelona y ahora estaba en su pueblo natal para desarrollar sus proyectos personales. Mikel nos trató como a reyes, nos brindo la confianza de su hogar, nos preparó la cena, comida casera, me sentía en la gloria.

En Burdeos, un gran amigo de la infancia, Carlos, nos acogió en su casa. Ya veníamos sin carrito y tuvimos que hacer una gran síntesis en el recorrido, desde la ciudad francesa, fronteriza con el norte de España, Hendaye, hacia Burdeos. Carlos nos ofreció su casa y un gran descanso. Dylan empezaba a estar muy cansado, me preocupaba su salud. Estando en su casa pude reorganizar el equipaje y dejar los elementos que no utilizaba y así aligerar la marcha. Carlos fue de gran ayuda con su experiencia en viajes y otras modalidades de treking. Conseguimos compactar todo aquello con lo que cargaba.

A Francia le siguieron más países de habla no hispana. Mucha gente se acercaba para preguntarme sobre mi viaje. Conseguí comunicarme con mi inglés chungo de instituto. Me sorprendió la gente de países como Bélgica y Holanda, pensé que en el norte pasaba un poco de este tipo de interacciones.

En Holanda, cuando en una playa tuve un accidente con Dylan, un hombre se acerco rápidamente para ofrecernos su ayuda. Nos valimos de google translate. Me consiguió un desinfectante y me dio instrucciones para encontrar un sitio. Finalmente decidí acudir a los socorristas. Sólo conseguí el teléfono de un veterinario, pero con la lluvia, el viento y la lesión de Dylan – no podía caminar – tuve que montar la tienda en las proximidades de la playa en medio de la tormenta. Una vez todo dispuesto y ciertamente mojado nos toco dormir de esa forma, tiritando de frió y con los quejidos de Dylan que no podía dormir. Pedí ayuda a una amiga que vive en Amsterdan para contactar con un veterinario próximo a la zona. Gracias a las indicaciones de mi amiga al día siguiente a 3 km de donde habíamos acampado nos esperaba el veterinario. Una vez en la clínica, y con Dylan anestesiado, la veterinaria nos ayudó a buscar un camping en los alrededores y se ofreció a llevarnos. Este gesto fue increíble ya que Dylan no podía caminar y necesitaba reposo absoluto. La herida se produjo en una zona donde se flexiona el muslo.

En el camping le gente fue muy amable, nos ayudaron con algo de comida. Agradecimos este gesto ya que nuestro presupuesto se había visto bastante alterado. Tuve que pagar la operación de Dylan y la estancia en el camping. Lo importante es que estamos bien.

Próximamente nos iremos a Amsterdam, donde Ana, una compañera de universidad, de cuando estudiábamos bellas artes en valencias, nos acogerá un par de días. Desde ahí iremos a Hamburgo en tren, Dylan ya no puede hacer tantos kilómetros como estaba haciendo. Sin el carrito es más complicado. Desde Hamburgo iremos hacia Rostock para embarcarnos en un ferry hacia Malmo.