La salida desde Valencia fue un poco caótica, a Dylan no le hacía mucha gracia ir en el carrito para perros. Pasamos ha decir el último adiós a los amigos del parque de perros de Benicalap, que está junto al Macdonals, Dylan no entendía por qué nos marchábamos y podía quedarse como de costumbre.

Avanzando por la ronda norte el loco del perrete quiso salir de un salto del carro, casi tuvimos el primer accidente, pude salvar la caída con un poco de equilibrio.

En la rotonda del Politécnico nos esperaba Stefano, un gran amigo y exelente mecanico de bicicletas y de la vida.

El día se presentaba caluroso y húmedo como es costumbre en Valencia en el mes de julio. Iniciábamos el recorrido por el municipio de Alboraya. Más contratiempos, una de las alforjas se me cayó, al parecer llevaba demasiadas cosas. Stefano con un poco de habilidad logro solucionarlo utilizando partes de una silla de camping que no había estrenado todavía.

El calor y la humedad era cada vez peor a lo que había que sumar toda la carga: alforjas, mochila y el carrito de Dylan que era bastante pesado. Las pendientes hacia Torres Torres fueron de muerte, en mi cabeza resonaba la idea » ¿será todo el viaje así de duro?»
Solo habíamos realizado unos cuantos kilómetros.

Imágenes

  • La bicicleta con la que viajamos

La idea era ir por la vía verde de Ojos Negros. La verdad es que estaba bastante motivado, pero al adentrarnos en el camino y aumentar la temperatura me preocupaba Dylan que lo veía como un loco tratando de salir del carrito. La idea era hacer una parada en Segorbe para luego continuar. Fue muy fatigoso llegar, sobre todo los últimos kilómetros, pero fue bien compensado con las primeras “Radlers”. Debíamos continuar. Nos dirigimos hacia Gatova para proseguir por la vía de Ojos Negros. En cuanto cayó la noche pudimos avanzar mas a gusto y el perro poder correr ya sin tanto estrés. A media noche montamos nuestro campamento base. Fue una noche tranquila, pero Dylan siempre alerta, pendiente de los animalitos nocturnos.