Ojos Negros y los Hijos del Mal (frase de Stefano). El calor nos acompañó todo el recorrido, rectas infinitas y muy poca sombra donde buscar refugionos obligaba a seguir y a seguir sin parar. Teruel se veía como un objetivo muy lejano (ir tan cargado en bicicleta obviamente no es lo mismo que ir rodando con un par de barritas energéticas y unos botellines de agua).
Tuvimos algunos pinchazos por el camino tanto Stefano como yo. Los últimos kilómetros antes de entrar a Teruel se transformaron en varias horas. Solo un par de cervezas bien frías podían calmar la mala jornada. Hacia finales del día estuvimos hablando con Stefano de como mejorar el recorrido, optimizando la carga, deshacerme del máximo peso posible e incluso la posibilidad de hacer tramos en tren.
Finalmente, después de unas cuantas cervezas, decidimos buscar un sitio donde dormir. Entre la oscuridad encontraríamos un buen sitio donde dormir. Sin embargo la noche no estaba de nuestra parte. Subidas, bajadas, vueltas… terminamos los dos en el suelo con alguna contusión, la dermis rasgada a jirones, la carne roja, el maillot manchado con sangre, pero había que seguir adelante. Encontramos un sitio en un campo de olivos. El terreno no era muy apropiado, tenía muchas piedras y arbustos que dificultaban poder montar las tiendas, pero era tarde, solo queríamos dormir, ya daba todo igual.
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